domingo, 6 de noviembre de 2005

Mensaje de Nuestra Señora Reina de la Paz a Edson Glauber

¡La paz esté con ustedes!

Queridos hijos, Yo soy la Reina del Rosario y de la Paz, la Madre de Jesús. Vengo del cielo esta noche para decirles que regresen a Dios mientras aún haya tiempo. Mi Corazón se aflige cuando son desobedientes y no me escuchan. No me permitan derramar lágrimas cuando los vea alejándose del camino que conduce al cielo, para seguir el camino que conduce al pecado y al infierno.

Recen, recen con fuerza. Hagan que su día esté lleno de oraciones, de diversas oraciones, para que sus almas brillen en la luz de Dios. Les suplico: conviértanse. Desde hace mucho tiempo los estoy llamando a la conversión y a la paz.

Mis apariciones son un profundo llamado que Dios hace a la humanidad para que se arrepienta de sus pecados y regrese a Él.

Hijitos que aún son tan frágiles: prepárense en oración, tengan fe, mucha fe. Los días que se acercan para el mundo serán días de mucho dolor. Los hombres son sordos, sordos, sordos. ¡Cuánto sufro con esto! Cuando les digo esto, es porque muchos aún no me han escuchado en mis muchas apariciones a lo largo del mundo, y ahora aquí en el Amazonas.

He aquí la señal de la Salvación…

Nuestra Señora me llevó a ustedes la cruz de Jesús y continuó diciendo:

…Los hombres la desprecian, la desdeñan, blasfeman contra ella, rechazando los méritos de mi Hijo Jesús y todo lo que hizo para salvarlos del pecado. Quien no tenga amor por la Cruz y no tenga respeto por ella, nunca estará en la gracia de Dios, sino en Su desprecio. Dios quiere que la humanidad deje de ser ingrata por todo lo que hizo para salvarlos, por lo que enviará un gran castigo: será tan grande que los hombres desesperarán y llorarán amargamente por el tiempo perdido con cosas inútiles. Muchas ciudades serán devastadas nuevamente. Muchos de mis hijos sufrirán con las calamidades que ocurrirán una tras otra.

Escuchen este llamado mío. Les estoy advirtiendo una vez más. Oren en familia, porque llegará el día en que querrán orar en familia, juntos, y ya no tendrán a sus familiares cerca, porque no han hecho como les he pedido. Si no escuchan este llamado ahora, y si no lo viven, esto sucederá. Los bendigo a todos: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén!