sábado, 28 de julio de 2001

Mensaje de Nuestra Señora Reina de la Paz a Edson Glauber

¡La paz esté con ustedes!

Queridos hijos, los amo mucho y siempre deseo guiarlos a mi Hijo Jesús.

Mi amor como Madre me impulsa a venir aquí de nuevo en este lugar elegido y bendecido por el Señor, para invitarlos a una vida más santa.

Uníos cada vez más en la oración, en un acto de alabanza y agradecimiento al Señor que continúa obrando sus maravillas en el mundo.

Mis pequeños hijos, acercaos cada vez más a Jesús en la Eucaristía. Él solo es la vida para sus almas y su fuerza en tiempos de prueba.

Orad y sacrificad por aquellos que no creen en Dios y no lo aman. Sabed que vuestras oraciones son muy valiosas a los ojos de Dios, pues de esta manera ayudáis a vuestros hermanos y hermanas que están lejos del camino de la salvación a regresar a él con corazones arrepentidos.

¡No teman nada! Vuestra Madre Celestial siempre os acompaña con su mirada maternal. Os ayudaré a ser fieles a Dios si os dejáis guiar por mí y abris vuestros corazones a mí.

Cada palabra que os digo en mis mensajes son latidos de amor de mi Inmaculado Corazón. Cada latido de mi Corazón es una llamada a un alma. Cuando estáis unidos y oráis, encontráis la fuerza para caminar cada vez más en la fe, en este mundo que ya no la vive.

Amad, glorificad y adorad profundamente al Señor del cielo y de la tierra, y así vuestras vidas serán transformadas.

Es tiempo de llevar mis mensajes a todos los jóvenes cada vez más. Os envío hoy a vuestros hermanos y hermanas, para que llevéis a todos ellos mis súplicas maternales y el amor de vuestra Madre.

Queridos jóvenes, gracias por vuestra disposición y contribución a este plan de amor de mi Señor.

Pedid la sabiduría del Todopoderoso y Él os la dará, para que sepáis qué hacer, qué decir y cómo actuar. ¡Coraje! ¡Coraje! Ahora muchos están preparados para hacer algo por sus hermanos. Este es el tiempo de mostrar a todos la luz de Dios que brilla en vosotros. Os bendigo a todos una vez más: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén!