Mensajes para Marcos Tadeu Teixeira en Jacareí SP, Brasil

 

domingo, 9 de agosto de 2020

Mensaje del Divino Padre Eterno y de Nuestra Señora Reina y Mensajera de la Paz al Vidente Marcos Tadeu Teixeira

Expulsad De Vuestros Corazones Todo Temor Hacia Mí, Porque Soy Un Padre Amoroso

 

(Padre Eterno): Queridos hijos míos, Yo, vuestro Padre, vengo hoy de nuevo a deciros ¡Os amo! ¡Os amo infinitamente!

Lo que dijo mi amado Marcos es verdad, meditó correctamente.

Cuando los apóstoles pidieron a Jesús, el pueblo, que viniera a mí, Jesús, mi hijo, me preguntó cuál era mi voluntad, y entonces respondí: 'Quiero que me llamen Padre, nuestro Padre'.

No que me llamen tu excelencia, ni tu majestad, ni tu señorío. Sino: ¡Padre, Padre nuestro! Pues eso es lo que soy, ¡soy vuestro Padre!

Yo soy el árbol, vosotros sois el fruto. Sí, sois mi descendencia, sois las semillas que sembré en la tierra para que luego cubrierais el mundo con los frutos de mi gracia, gloria, belleza y amor.

Sí, soy vuestro Padre, soy vuestro origen, os llamé de la nada y os traje a la existencia. Y la relación que quiero tener contigo es la del Padre con su hijo. Una relación de intimidad, de confianza total, de amor, de afecto, de una unión tan fuerte y tan profunda que nada, nada podrá separarnos jamás.

Cuando un padre y un hijo se aman verdadera y profundamente, no hay secretos entre ellos, lo que es de uno se revela perfectamente al otro por completo.

Entre ellos no hay miedo, ni desconfianza, ni temor, ni vergüenza. Y todo lo que es del padre es del hijo y todo lo que es del hijo es del padre. Los dos son un solo corazón, una sola alma, sienten lo mismo, quieren lo mismo, buscan lo mismo, hacen lo mismo juntos.

Es esta relación la que quiero tener con vosotros, hijos míos. Por tanto, expulsad de vuestros corazones todo temor hacia mí, porque soy un padre amoroso al que no quiero condenar. Cuando hago esto, lo hago avergonzado porque el alma misma del pecador obstinado me obliga a ello.

¡Pero quiero la salvación de todos! Sí, es con mi voz temblorosa y mi mano temblorosa como envío al Infierno el alma del pecador obstinado que ha muerto.

Es con voz temblorosa como pronuncio la sentencia de condenación. Porque mi verdadero deseo no es condenar a nadie. Por eso vengo aquí con mi amada hija para daros todas las oportunidades para vuestra salvación.

Y para decirte que soy un padre de amor y no de miedo.

Y lo que quiero de ti no es miedo, sino amor y confianza.

Quiero de ti la confianza del hijo que revela todo al padre, muestra todo al padre, se desnuda completamente ante el Padre y revela todas sus heridas para que el padre pueda curar todas esas heridas con su amor.

Cuando hagas eso, ¡yo te curaré completamente! Sí, porque como bien dijo mi amado hijito Marcos: 'Estoy aquí con mi hijo Jesús, con mi Espíritu Santo, con mi amada hija, la princesa María, para sanar el mundo, para sanar mi Iglesia, para sanar cada uno de vuestros corazones, para sanar vuestras familias, para sanar este mundo.

Por eso mi princesa María os dio aquí la fuente de sus gracias, por eso mi hijo Jesús os dio aquí la fuente de sus gracias. Y mi amado hijo José también os dio su bendita fuente para sanar este mundo, para sanar a vuestras familias, para sanar vuestras almas de toda enfermedad espiritual e incluso física.

La curación física es sólo la imagen material de la gran curación espiritual que quiero realizar en vosotros, aún más portentosa, maravillosa, extraordinaria y resonante.

Así que entregadme vuestros corazones, dejad que los cure para que entonces pueda compartir con vosotros mi propia vida divina.

¿Cómo lo haré? Sanando vuestras heridas y comunicando luego a vuestra alma debilitada por el pecado, mi propia gracia.

En estos malos tiempos de apostasía todos han sido debilitados por el mal, ¡todos! Todos han sido heridos por el mal. Y a todos vengo a curar, quiero curar con el bálsamo de mi amor.

Dejaos curar por mí, entregaos a mis brazos y curaré todas vuestras almas, todas vuestras heridas una a una. Y daré a vuestra alma una vitamina vigorizante de mi amor, de mi gracia que hará que vuestras almas sean fuertes y vigorosas en el amor, la santidad y la fidelidad a mí.

Venid a mí, pues no he venido a pronunciar sentencia de condena contra nadie, ¡sino que he venido a pronunciar sentencias de amor!

¡Quiero curarte! ¡Quiero salvarte! Quiero amaros, quiero guardaros a todos en mi seno amoroso y allí: alimentaros, nutriros, embelleceros, fortaleceros y santificaros.

Éstas son las sentencias que he venido a pronunciar.

¡Venid, pues, a mí, venid tal como sois! No esperes a ser santa, perfecta, sin defectos para venir a mí. Así es como quiero que vengas, tal como eres, para que entonces pueda curar tus heridas y revestirte verdaderamente de mi propia belleza.

Todo padre, cuando ve a su hijo herido, intenta curarlo por todos los medios, intenta esforzarse al máximo para darle la mejor ropa que pueda, los mejores zapatos, para que entonces su hijo pueda sentirse realmente bien, ser feliz y aparecer lo más radiante posible ante el mundo.

Así también yo, hijos míos, quiero hacer todo lo posible para embelleceros y daros mi propia belleza radiante de amor.

¡Venid a mí que ya no puedo soportar el anhelo por vosotros!

¡Venid a mí, que ya no puedo soportar el anhelo por vosotros!

Ven a mi Corazón de Padre y entonces llenaré tu corazón de tanta luz y gracia que exclamarás de verdad que, después de haber enviado a mi hijo Jesús al mundo, ¡nunca has visto tantas gracias de amor como ahora!

Ven, porque mi corazón está herido de anhelo por ti, mi lengua está ya tan seca como una hoja de papel de llamarte y llamarte a lo largo de los siglos: primero por los profetas, luego por mi hijo y después por los apóstoles y ahora por mi princesa María.

De llamarte a mi corazón sin oír nunca tu «sí», sin oír nunca tu ¡Abba, Abba Padre! Sí, dadme vuestro Abba Padre e inmediatamente descenderé de mi trono con todos mis Ángeles, con todos mis Santos y derramaré sobre cada uno de vosotros toda la abundancia de mis gracias y el torrente de mi amor.

Os embelleceré con las piedras preciosas de los dones de mi Espíritu Santo y de sus frutos y os revestiré de toda mi misericordia y benevolencia, os ungiré con el aceite perfumado de mi gracia de amor.

Y entonces este aceite benéfico dará a vuestras almas la verdadera salud espiritual y mi propia vida de gracia divina.

Entonces seréis hermosos y vuestra belleza vencerá al pecado, vuestra belleza vencerá al mal, y todo el que vea mi belleza en vosotros se sentirá atraído a amarme también. Y así, el mundo será salvado por la belleza y el amor.

¡Oh, ven y no tardes, pues te amo tanto! No puedo volver a dar a mi hijo al mundo, así que ven a mí por él. Y entonces, todos tus pecados serán lavados en las aguas purificadoras del Corazón divino de mi hijo, y también, en las aguas purificadoras y benéficas, sanadoras de las lágrimas y del corazón de mi hija María Santísima.

Oh, ¡venid a mí! ¡Venid a mí! Te amo tanto, que si fuera necesario no sólo volvería a dar a mi hijo Jesús para que muriera por ti, sino que yo misma bajaría a morir por ti.

Mi amor al dar a mi hijo para que muriera por ti ha alcanzado el grado más alto. Acepta este amor, acepta la abundante redención y salvación que mi hijo Jesús ha ganado para ti.

Esta redención que es la mayor prueba y señal del amor de mi hijo y de mi amor por vosotros.

Todos los que sois padres y amáis a vuestros hijos decidme: ¿Tendríais el valor de entregar a vuestro hijo, que es el mayor bien que tenéis en la vida, para que muera por vuestros enemigos, por los que os odian y os ofenden?

¡Oh, no! ¡Yo tenía ese amor!

Tuve este amor por vosotros, di a mi único hijo para que muriera por vosotros porque os amo tanto y porque os quiero a todos en mi hogar eterno, felices a mi lado para siempre, compartiendo todos mis bienes, todas mis riquezas y toda mi gloria y felicidad eternas.

Así que venid, hijos míos, venid a mí, dadme hoy vuestro «sí» y entraré en vuestro corazón con toda mi gracia y juntos cenaremos y nos quedaremos para siempre.

No os pido que permanezcáis siempre sin defectos. Esto sucederá, pero lo haré poco a poco. Te pido que permanezcas siempre en mí, ¡siempre en mi amor!

Permanece en el amor y yo permaneceré en mí.

Permanece en mí y yo permaneceré en ti.

¡Permanece en el amor, permanece en el amor y Yo permaneceré en ti para siempre!

Reza el Rosario todos los días porque los que rezan el Rosario de mi amadísima hija María nunca han sido condenados. Nunca he condenado a un devoto del Rosario de María.

Nunca ha salido de mis labios la sentencia final de reproche a un devoto del Rosario de María.

¡Oh, no! Nunca, nunca un devoto del Rosario de María abandonó mi presencia para ir al infierno encadenado por los demonios.

Así que rezad, rezad el Rosario, que es un medio seguro de salvación. A los que rezan el Rosario les doy todo, no puedo resistirme porque me piden gracias en nombre del amor, de la obediencia de mi hijo a la cruz y también de los méritos de la obediencia, el amor y la fidelidad de María.

Obediencia y amor que fueron al Calvario, a la cruz. Y a esta prueba de amor, a estos méritos de amor de Jesús y de María nada, nada puedo negarles porque tienen un mérito infinito ante mí.

¡Así que reza, reza el Rosario!

Mi Corazón se regocija de alegría, cuando en el Rosario me llamáis, me decís: ¡Padre nuestro!

Mi Corazón se regocija de alegría cuando saludáis a mi Princesa María: ¡Salve María, llena eres de gracia, el Señor está contigo! Porque en ese momento recuerdo el instante en que yo, por medio del Arcángel Gabriel, anuncié a María la Encarnación del Verbo, le revelé mi plan para la salvación de la humanidad, y ella, toda abrasada y consumida de amor, me dijo: «Sí».

Ése fue el momento de mayor amor de una criatura pura hacia mí, de toda la historia humana. Por eso, cuando rezáis el «Ave María», recuerdo ese momento en el que recibí de una criatura pura el amor más grande y ardiente, ¡y por eso os doy todas las gracias por los méritos del «sí» de María del saludo angélico a María!

Ahora os bendigo a todos con amor, especialmente a ti mi querido hijito Marcos.

Muchas gracias por este nuevo trabajo y obra de amor que habéis hecho no sólo por mi princesa María, sino también por mí.

Sí, esta nueva película que hiciste de sus apariciones en Lourdes no sólo la glorificó a ella, sino también a mí, porque fui yo quien envió a María a Lourdes para revelar y mostrar al mundo: todo mi amor en su amor, toda mi misericordia en su misericordia, toda mi piedad y ternura por mis hijos en su piedad y ternura.

Sí, todas las curaciones que realizó en Lourdes fueron conmigo, fue nuestro amor el que obtuvo tales maravillas. Por eso, allí muestro verdaderamente en el rostro tierno y amoroso de María, mi rostro de amor: ¡que Ella ama, cura, perdona, salva a todos!

Por eso, hijo mío, has hecho por mí una obra de inestimable y gran valor y por ello has tenido nuevos méritos ante mí.

Por esto te doy hoy 53 nuevas gracias.

Y para tu padre Carlos Tadeo, tu elegido, tu predilecto y al que más quieres en la tierra, al que más amas, le doy hoy 189.748 gracias, que recibirá a lo largo de 3 años, especialmente el segundo sábado de cada mes. Descenderé del Cielo con muchos ángeles para derramar estas grandes gracias.

A ti mi hijito Marcos, el más obediente y trabajador de mis hijos, me has demostrado una vez más que me amas y que amas a María más que a ti mismo.

Porque aun sufriendo dolores atroces no te has dado descanso, ni alivio, ni licencia. Sino que has trabajado por mí y por María, anteponiendo mi gloria, la gloria de María, nuestros intereses y el bien de las almas.

A ti, mi siervo obedientísimo, te bendigo ahora.

Y también a ti, mi muy amado siervo e hijo Carlos Tadeo, te amo inmensamente.

Has quitado tantas espinas del Corazón de mi hijo Jesús, de mi princesa María, y también has quitado tantas espinas de mi Espíritu, que el mundo se resquebraja a cada instante con ingratitudes, pecados y ofensas pagando mi amor con el mal. Has quitado estas espinas y mi Espíritu, ¡mi Corazón se regocija de alegría!

A ti mi siervo amado te bendigo y de nuevo te digo: No temas porque siempre estaré contigo, te sostengo, te fortalezco, te protejo, te guío, te guardo, siempre seré tu centinela, tu guardián.

Alégrate, porque te he dado lo mejor de lo mejor, te he dado un hijo en el que he manifestado un signo semejante al que manifesté en mi hijo Jesús en el monte Tabor: la luz sobrenatural de mi predilección, de mi gracia, de mi amor eterno. Para mostrarte y mostrar al mundo entero cuánto te amo y cuánto te favorezco con mi gracia de amor.

Ahora os bendigo con toda mi ternura y os bendigo a todos vosotros, hijos míos: de Jerusalén, de Nazaret y de Jacarí».

(María Santísima): «¡Hijos míos, soy la Reina y Mensajera de la Paz! ¡Soy la Señora del Rosario! ¡Soy la Inmaculada Concepción!

Muchas gracias por venir a mi Fiesta y a la Fiesta del Padre Eterno. Ahora derramo sobre todos vosotros la indulgencia plenaria de mi Corazón Inmaculado y también del Padre Eterno, soy la Mediadora de todas las Gracias y doy cuanto quiero, como quiero y a quien quiero.

Por eso, ahora os concedo esta indulgencia borrando las penas de vuestros pecados y también derramo ahora sobre todos vosotros mi bendición especial y maternal.

Hijos míos, amad el amor, el amor es Dios y cuanto más améis al Señor, más os amará Él.

Cuanto más os entreguéis al Señor, más se entregará él también a vosotros. Y cuanto más viváis en el amor, más viviréis en Dios y Dios vivirá en vosotros.

Sí, sólo cuando viváis en Dios, entonces Dios, a través de vosotros, realizará su plan de amor y sanará definitivamente este mundo, la sociedad, las familias, la Iglesia y el universo entero, llevándolo todo a la plena realización de su plan de amor.

Y finalmente, el triunfo de la cruz, el triunfo de Jesús se hará completo en el mundo y en las almas. Y finalmente, una nueva era de paz y de amor llegará a toda la tierra, con un cielo nuevo y una tierra purificada, y finalmente transformada en amor y para el amor.

Entonces todos amarán a Dios, todos amarán en Dios y por Dios, y entonces triunfará finalmente mi paz.

Bendeciré al mundo con la paz y finalmente la tierra será transformada, liberada y renovada y vivirá eternamente en la paz del cielo.

Rezad cada día mi Rosario, porque sólo por él y con él puedo llevaros a vivir en Dios y a Dios a vivir en vosotros.

Sí, a través del Rosario transformo cada vez más vuestras almas en imagen y semejanza perfectas de mí mismo, purifico vuestros corazones, embellezco vuestras almas, curo las heridas de vuestra alma, revigorizo las fuerzas de vuestro espíritu para caminar por la senda de la santidad. Y a todos vosotros os doy siempre más mi luz y mi gracia maternal.

Rezad el Rosario, porque sólo por él puedo habitar en vuestros corazones para que mi enemigo no tenga entrada y no pueda influir en vosotros.

Sólo por el Rosario puedo realizar en vosotros los planes que comencé en La Salette y Lourdes y que terminaré gloriosamente aquí.

Sólo por mi Rosario puedo eliminar todas las tinieblas de vuestras almas y hacer brillar en ellas mi luz.

Sólo por mi Rosario puedo eliminar verdaderamente de vuestras almas todo lo que queda de manchas y residuos del pecado original. Y llevaros a todos a la plena perfección de todas las virtudes, especialmente del amor.

Para que por fin seáis dignos de morar en el Cielo con nuestro Padre Celestial, que os ama a todos y quiere salvar.

¡Oh, cómo ama a sus hijos! Amó tanto a sus hijos que les entregó su bien más preciado: su hijo unigénito, para que muriera por la salvación de todos.

Sí, el mundo amó tanto al Padre que dio a su hijo único para que el mundo pudiera ser salvado por el hijo, y entonces, conocer al Padre y llegar al Padre.

¡Oh! cuánto amó el mundo dio a su hijo para salvar al mundo, no con una oración, una predicación o un milagro, sino con el derramamiento de toda su sangre divina hasta la última gota, sufriendo los dolores más atroces. Para que nadie tuviera dudas de su gran amor por el mundo.

Cómo amó al mundo, hasta el punto de dar a su único hijo, para que por el sacrificio del hijo los demás hijos se libraran del sacrificio eterno en las penas del infierno.

Entonces, hijitos, abrid vuestros corazones a este inmenso amor, acogedlo, vividlo y tendréis en vosotros mismos, en vuestros corazones ya un anticipo de esa vida en el Cielo que el Padre prepara para todos los que le aman.

Convertíos sin demora, apresurad la conversión, porque dos nuevos castigos se acercan a la tierra. ¡Rezad, rezad!

Difundid esta nueva obra santa de amor de mi hijito Marcos a todos mis hijos, especialmente a los más pequeños, para que ellos, al ver la verdadera vida en Dios y la alegría celestial que mis hijos pequeños reciben en Lourdes cuando van a mi Santuario, sientan también la necesidad de conocerme y amarme.

Y así, reciban en sí mismos la vida de gracia, amor y alegría que quiero dar a todos mis hijos ya aquí en la tierra, para que luego continúen por toda la eternidad en el cielo.

Que mis hijos conozcan la verdadera alegría que sólo en mí encontrarán la verdadera paz.

¡Sed amor y cuando seáis amor el amor triunfará!

Os bendigo a todos con amor, especialmente a ti mi pequeño hijo Marcos, te doy hoy 8 bendiciones, 8 gracias especiales que incluso tu puedes compartir con quien quieras.

Y a tu padre Carlos Tadeo le doy 12 gracias por los méritos de esta nueva película de Lourdes que hiciste y también 13 por el Rosario de Paz meditado que hiciste para mí.

Te bendigo y también te bendigo hijo mío Carlos Tadeo, ¡muchas gracias por haber venido! Has quitado tantas espinas de mi Corazón y del Corazón de Jesús y has puesto en su lugar las rosas más fragantes del amor, de la oración y de la alabanza.

Ahora derramo sobre ti mi bendición maternal y te digo

Adelante hijo mío, no te desanimes y no tengas miedo porque Yo estoy siempre contigo y dondequiera que vayas estaré presente derramando conmigo las grandes gracias de mi Corazón.

Continúa rezando todo lo que te he pedido.

Y para el próximo mes deseo que recéis durante tres días consecutivos la Hora del Sagrado Corazón nº 17.

A través de ella os enriqueceré con los grandes tesoros del Corazón de Jesús.

Vosotros, mis queridos hijos, regalad 9 de estas nuevas películas de mi Aparición en Lourdes que mi hijito Marcos hizo para 9 de mis hijitos que no me conocen. Regalad 9 nuevas películas de Lourdes. Así, mis hijos conocerán mi amor y por mi amor triunfaré.

Regala también 4 Rosarios de Paz meditados nº 8 para que mis hijos conozcan las grandes gracias que realizo aquí, en este lugar santo que he elegido y que el Padre Eterno ha decretado como su segundo Cielo.

¡Y entonces vendrán mis hijos y los curaré en el amor para el Triunfo del amor!

A todos bendigo generosamente Lourdes, Pellevoisin y Jacareí».

(María Santísima): Como ya he dicho, allí donde llegue uno de estos rosarios y objetos santos iré viva llevando conmigo las grandes gracias del Señor.

Os bendigo a todos de nuevo con amor para que seáis felices y dejéis mi paz».

Orígenes:

➥ MensageiraDaPaz.org

➥ www.AvisosDoCeu.com.br

➥ www.AparicoesDeJacarei.com.br

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