Pequeños niños, pequeños niños, hemos llegado ahora a la temporada del Adviento, por lo que os invito especialmente a acortar esta lectura para que todos podáis levantar esta vela, un signo de esperanza, hacia el cielo.
En verdad, mis amados, la temporada del Adviento es una temporada de esperanza, la esperanza de presenciar el nacimiento de vuestro Señor Jesucristo, quien nacerá y luego morirá en la Cruz por la redención de la humanidad, para salvar todas vuestras almas.
Por lo tanto, os pido que apaguéis todas las luces y, en completa oscuridad, levantéis esta vela de esperanza, un signo de amor y gratitud a vuestro Señor.
Cantad, cantad, adoradle, y en vuestras canciones, yo, vuestra Madre María, Madre de la Caridad Cristiana, siento vuestros gozos, vuestras penas, vuestras preocupaciones, vuestros miedos, pero también la felicidad que a veces experimentáis.
Levantad esta vela, pequeños niños, porque es un signo de la confianza inquebrantable que tenéis en el amor de Dios. Es simbólico de alegría, paz, amor y caridad.
Mi mensaje es breve esta noche, pues espero una gran contemplación por vuestra parte al pie de Mi Tronco de Árbol. Espero de vosotros, pequeños niños, confianza absoluta en Aquél que, dentro de unos días, nacerá.
Os pido, pequeños niños, que encendáis sus velas, las levantéis hacia el cielo y canten y adoren a su Señor Jesucristo. También os pido que se saque la Bendita Eucaristía para que podáis mirarle y entender que Él quien está allí delante de vosotros nacerá y luego morirá en la Cruz por la redención de vuestros pecados.
Gracias por venir a mí esta noche. Estad seguros de mi Amor Maternal y Protección Divina.
Tu Madre Celestial, María, Madre de la Caridad Cristiana